Quiénes pueden ser beta readers o lectores cero
Artículo publicado en 2016 y revisado en 2023
Si buscamos simplemente un "¡me encanta!", ahorrémonos esta fase (¡no, no lo hagas!), porque eso ya nos lo podemos decir a nosotros mismos: si lo hemos escrito así es porque nos gusta como está, ¿no?
Los lectores de prueba son necesarios
Las constructivas visiones de otros (feedback) son obligatorias si deseamos una obra que exprese lo que pretendemos y que esté madura, sin fisuras, así como para ir aprendiendo a perfeccionar la escritura.
Por mucho que lo intentemos, no es posible distanciarnos de nuestro libro completamente, tanto en relación con los contenidos (no veremos los fallos en el universo o exposición que hemos creado) como con la redacción. Si neusrto ceerrbo gnerelaemtne dseocdiifca lsa plaabars con sloo leer la pirerma y útlmia ltera, iamgnéimnoos cáunots falols otrogárifocs y snitcáitocs paasoms por atlo en un txteo qeu heoms ecsirto nsootors y aedáms líedo vienet veecs).
Puntos comunes de cualquier beta reader
Que alguno nos vaya a cobrar por ello no garantiza que el texto sea mejor, en cambio la experiencia en ese género sí es probable que nos aporte una visión beneficiosa.
No nos tomemos estas primeras críticas a la defensiva: ambas partes aspiramos a un buen resultado y para nadie es sencillo señalar debilidades de un proyecto en el que otra persona ha invertido su ilusión.
Parece oportuno preguntarles a los lectores de prueba no solo por el texto sino también sobre la descripción y el concepto que queremos destacar en la portada.
Por cierto, si así nos sentimos más tranquilos, podríamos pedirles que firmen un acuerdo de confidencialidad sobre el material que les enviaremos.
La opinión del experto (no editorial)
Para documentarnos más sobre aspectos históricos y científicos, se le puede pasar el texto a un entendido en la materia. Y no solo en estos campos. También para asuntos relacionados con una experiencia vital (enfermedad, penuria) o un grupo social lejano a uno (religioso, identitario), tiene mucho sentido consultar a quienes saben del tema. Estos sensitivity readers ayudan a que haya una representación más precisa.
Los lectores beta o beta readers propiamente dichos
Los lectores de prueba nos ayudan con sus impresiones a perfeccionar el libro en múltiples aspectos, siempre y cuando los elijamos adecuadamente. El público real será honesto, así que nos conviene que los beta testers también.
Es habitual que sus sugerencias, algunas generales, otras muy concretas, se agradezcan no solo en la comunicación privada sino también en un apartado del libro, aunque no se especifique su identidad. Y qué menos que darles un ejemplar del texto final. Si alguno nos pide ejercer de lector beta para su libro, sería una buena manera de devolverles el favor.
Cómo proceder con un beta reader
A cada libro lo preceden diferentes borradores. Se debe pensar un poco la fase en la que se encuentra el manuscrito que pasaremos a los lectores cero: un texto solo se puede leer una vez por primera vez. Existe la posibilidad de darles el mismo texto a todos los betalectores o bien proporcionarles a unos la primera versión revisada, a otros más tarde una algo modificada y a los últimos lo que confiamos que sea el escrito final. A veces podemos entregarles todo el manuscrito o simplemente algún capítulo, por ejemplo el principio para que nos cuente si engancha o para saber si autor y lector de prueba encajan.
Ya precisarán si prefieren una copia impresa en la que indicar sus opiniones con bolígrafo o un documento de Word (o similar) al que activarán la opción de comentarios. No es una locura que les comentemos en cuántas semanas aproximadamente nos gustaría conocer su opinión.
Digámosles qué esperamos de su lectura (a veces pondrán en su perfil o nos dirán ellos en qué se fijan o qué no quieren: por ejemplo, hay a quien no le gustan los finales tristes). Si no nos responden por sí mismos a ciertas cuestiones que nos intrigan, preguntemos: si les interesa tal tema, qué no han entendido, qué no les convence, qué no viene a cuento, qué no les gusta, en qué parte no han podido seguir leyendo, sus sentimientos hacia personajes, alguna decepción, en qué género lo insertarían, cuánto pagarían por ello, etc.
Encontrar lectores beta
Pasémosles nuestra obra a quienes les agrade leer y tengamos la certeza de que van a ser sinceros. En las opiniones habrá que aprender a leer entre líneas... A poder ser, que estén en la franja de público al que nos dirigimos. Si tienen conocimientos lingüísticos y narrativos o incluso es otro escritor, mejor. En ese caso, seremos mutuamente un critique partner. Uno puede formar parte de un grupo de escritura (writing group). En cualquier modalidad, puede ser alguien que conozcamos en persona o no. Sea quien sea, que nos inspire confianza.
Podemos pedir voluntarios en nuestra página personal, en los medios sociales, a algún fan que nos haya mandado email porque le gustaron trabajos anteriores o en algún foro especializado. También hay grupos de lectores de prueba en determinados portales de catalogación social como el de Goodreads. Existen grupos en LinkedIn sobre escritura y publicación, como este. En las comunidades de escritura y lectura también se dejan críticas útiles en este sentido. Hay sitios especializados para opinar antes de publicar un texto como Scribophile. Podemos recurrir también al crowdsourcing para editar y corregir lo básico.
Si esperamos enviar el manuscrito a una editorial, no subamos ni una palabra a ningún sitio no protegido con contraseña, pues estaríamos haciendo público el escrito y ya no habría opción de negociar los primeros derechos.
Los informes de lectura
Si además de los beta readers queremos que un profesional revise el texto, es posible solicitar un informe literario o de lectura (manuscript appraisal) a un lector editorial, asesor literario o editor. En ese documento de unas cuantas páginas, se analizan, ejemplifican y explican los puntos fuertes y mejorables. Las tarifas varían según la extensión del texto y en función de este el tiempo de entrega aumenta.
Es necesario buscar un experto en nuestro tipo de texto, así para una obra cinematográfica nos correspondería preguntar a un analista de guiones.
Los agentes literarios
Hoy algunos representantes de autores deciden realizar tareas de edición. Ayudan a escritores que eligen la autopublicación o bien crean una casa editorial propia para publicar ciertos trabajos que les llegan.
Los editores
Un editor profesional (developmental, content o structural editor e incluso line editor) nos puede orientar sobre la estructura, desarrollo o punto de vista de los contenidos del texto, en cuyo género, por cierto, debe ser un especialista. Leamos obras que hayan editado. Ah, cualquier especialista y este tipo en particular se supone que no acepta una propuesta sin haberla analizado ni tiene su agenda libre al día siguiente.
Podemos solicitar sus servicios antes de enviar el manuscrito a editoriales y/o después, viendo que nos lo han rechazado unas cuantas veces. En cualquier caso, si una editorial va a publicar nuestro libro, sepamos que sufrirá más cambios.
>> La subjetividad y falibilidad del editor
Si optamos por autopublicar, se aconseja habitualmente que nuestra obra sea estudiada por, al menos, un editor. La tarifa que paguemos será, en la mayoría de casos, la más elevada de los gastos de publicación, junto a la inversión en traducción. Como dato: en una amplia encuesta a autores, el 96% de los que ganaban más de 100.000 dólares/año habían contratado a un editor.
Versión casi final
Será nuestra la decisión de a qué comentarios hacer caso y cómo. Deberemos distinguir dónde hay un patrón que indica que tal acción no funciona para prácticamente ningún lector y dónde se trata solo del gusto personal de un lector de prueba o editor. Si cambiamos todo y exactamente como nos indican unos y otros, probablemente dejaremos un manuscrito monstruoso. Así que, sin temer la reescritura, tendremos que pulir el documento e inserir las modificaciones de manera que de verdad logremos un texto evolucionado, el mejor posible, pero nuestro.
A continuación, decidamos el tipo de publicación. Presentarlo a agentes y editoriales implicará más variaciones en el contenido aunque ellos se encargarán del resto de fases, mientras que autopublicar requerirá que supervisemos nosotros las etapas siguientes, empezando por la contratación de un corrector que realizará las últimas alteraciones en la forma (estilo y ortotipografía).
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