La cuestión de (no) prestar un libro
Artículo publicado en 2022 y revisado en 2023
No considero que haya que guardar libros que (ya) no nos aportan, pero sí pensar bien si vamos a prestar alguno que nos gustaría conservar por lo que sea. Por ejemplo, retener un libro valioso por tratarse de una edición especial o pertenecer a una colección que quedaría incompleta.
Me parece buen consejo tener una lista de libros prestados y las personas a las que se dejaron: la memoria es menos fiable de lo que creemos (tanto la nuestra como la de quien pidió el libro). Estuve bastante tiempo pensando que había prestado cierto libro a una persona, sin embargo, resulta que el que me faltaba no era ese, sino el de al lado en mi biblioteca, así que… ¿me habré equivocado también de persona y en realidad se lo presté a otra? En este sentido, si tengo libros que no me pertenecen, mis disculpas, pues de ser así es porque no lo recuerdo.
Confiar algo a quienes no pertenecen a nuestro círculo más cercano tal vez entraña mayor riesgo de no regreso. Por si lo quieren devolver algún día, quizá poner nuestros datos como exlibris en la primera página es más efectivo si incluimos además la dirección o el teléfono, aunque resulta extraño.
Es difícil determinar si lo que molesta en realidad es la ausencia del objeto o que no se le diera importancia al préstamo.
El caso es que, en los contados libros que me faltan, yo sabía que era muy probable que no me los devolvieran. Mi mente lo sugirió en cuanto me lo pidieron, pero otros factores influyeron más. La responsabilidad de prestar libros que no han vuelto es mía.
De todas formas, no deberíamos darlos por perdidos, a alguien le servirán. Y supongo que todavía estamos a tiempo de intentar devolver o recibir esos libros.